sábado, 11 de diciembre de 2010

Cien años


¡Calla, calla, princesa, dice el hada madrina,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte ,
a encenderte los labios con su beso de amor!


Rubén Darío


-Hoy he vuelto a soñar con él- me confesó -; soñé que venía a mi ciudad, pero por alguna razón no podía verlo, y eso me producía una angustia indescriptible…

-¿Y qué hay de raro en ello?- le pregunté –Ya deberías saber que Venecia permanecerá para siempre en tu subconsciente. Te empeñas en creer que las historias de amor son ajenas a ti, pero no es cierto. ¿O es que acaso esas historias han de ser necesariamente de amor correspondido? Las historias más hermosas son también las más imposibles. Y tú has vivido algunas dignas de un cuento de hadas…

»Te queda aquel elefante de plata, regalo de tu primer amor. Mejor dicho, el recuerdo de aquel elefante, porque se perdió poco tiempo después de regalártelo. Fue en tu décimo cumpleaños, ¿recuerdas? Tú tenías que fingir desagrado; tus intentos de evitar que pudiera darse cuenta de que te gustaba te hacían simular una antipatía hacia él que en realidad no sentías. Fue la misma aparente indiferencia la que te llevó a perder el elefante…

»Inolvidable resulta también aquella tarde en la que tu enemigo de siempre se propuso declararte su pasión a gritos, al pie de tu ventana. O la vieja historia de aquella carta sepultada a fuerza en el olvido, cuyo posible paradero te sigue atormentando a día de hoy. Y tu misterioso enamoramiento hacia ese ser de luz que paseaba su rubia presencia por el jardín del campus de Humanidades. Su hechizo de ángel se rompía si te acercabas demasiado; por eso preferías mirarlo desde la distancia.

»Recuerda también la playa; aquellos largos paseos por la playa, la misma playa de todos los veranos. En esos momentos, te llegabas a plantear si verdaderamente la luz venía del sol…

»Tampoco te ha faltado el baile; qué importa que no fuera en el salón de un palacio y que no llevaras puesto uno de esos vaporosos vestidos que suelen regalar las hadas madrinas… Decenas de ojos curiosos os miraban, pero tú solo podías concentrarte en no dejarte llevar por el temblor que emanaba de tu corazón al contacto de sus ojos de miel con los tuyos. Y aquel estúpido regalo después del baile, que todavía guardas en una cajita junto con un papel en el que él escribió su nombre.

»Pero nadie, nadie podría soñar con una despedida como la que tú viviste, en la ciudad de Venecia. La casualidad quiso regalarte aquella última visión, y un hasta pronto consciente de su propia irrealidad, y un hasta siempre que leíste en la dulzura de su mirada de sol.

»En años sucesivos siempre recordarás Venecia: barcos que se alejan y el sol fugitivo de la Piazza San Marco, y su figura apagándose suavemente en la distancia al son de esa antigua canción de Aznavour.

»Y tras todo esto- concluí -, qué importa que nadie se haya atrevido aún a despertarte del hechizo. La Bella Durmiente durmió cien años antes de encontrar su primer beso de amor…

1 comentario:

Edu dijo...

Felices Fiestas o Saturnales de Baco o solsticio celta. Que tengas mucho amor y besos.

Un Abrazo

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