lunes, 7 de mayo de 2012

Azul




Ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

(Alejandra Pizarnik)


Era mi playa, pero estaba vacía. Extrañamente vacía a media tarde. El crepúsculo dibujaba ya remolinos de color en el cielo y las olas ronroneaban dulcemente, jugando a llegar cada vez más allá. Yo permanecía sentada; me gustaría pensar que llevaba un vestido blanco. Te busqué unos instantes con la mirada antes de que aparecieras. Y ahí estabas, taladrándome con tus ojos de aquel color indescifrable, que a veces se torna verde y limpio y otras se deja arrastrar por el fulgor oscuro de la pupila, marchitándose. Tu vestido era blanco como una lágrima de hielo.

-Pero el tuyo es azul –musitaste, componiendo esa frágil sonrisa resignada que solo yo comprendo.
-No es cierto…
-Sigue siendo azul, a pesar de todos los años que han pasado.

Te miré, presintiendo una irremediable melancolía. Azul, después de todo.

-Deberías pintarte los labios y mirar ese barco que se aleja –me dijiste-. Tal vez entonces no corras el riesgo de amanecer con el pecho desangrado.
-Ese barco –busqué el horizonte-, ese barco que nunca ha existido.
-Ten, toma mi barra de carmín. Verás si existe ahora.

Era una flor azul la que me tendías. Demasiado azul para clavármela en el fondo de la garganta. La rechacé suavemente.

-No quiero que te pintes los labios –aseguraste firmemente-. No podrías llorar, y entonces qué sería de ti y del barco que se aleja y de esta playa que no es más que tu pupila emocionada. Crees que soy yo quien te ofrece esta flor, cuando siempre la has tenido.
-Él va en ese barco, ¿verdad?
-No lo sé –volviste a sonreír-. Siempre está lejos.
-Y yo siempre tengo el pecho desgarrado de imposibles.
-Si me hicieras caso y dejarás de enfocarlo todo desde esa nostalgia de azul que te pervierte.
-Lo más irónico es… que… que sus ojos también lo son.
-¿Azules?
-Como un imposible.

Él, que hasta ayer no existía. Él, que hasta ayer se adivinaba en otros rostros y en otras sonrisas que no eran la suya, pero siempre desdibujado. Hasta que un día…

-No “un día” –espetaste, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos-. No hables como si lo conocieras.
-No lo conozco, o al menos eso cree él.
-Él no cree nada, porque ni siquiera se molesta en pensar en ti. Eres como un suspiro: nada. Una minúscula gota salada que ha brotado por una esquina de su existencia. Si alguna vez te mira, no dudes que será de lejos. Por eso siempre lo verás en ese barco… Pero no, no sufras. Todo esto piénsalo si algún día lo vuelves a ver, porque es posible que...
-… siempre desdibujado. Hasta que un día…
-Hasta que un día, te enamoraste sin remedio, de alguien a quien acababas de conocer. ¿Una sola conversación y quedaste atrapada para siempre?
-Estaba enamorada de él incluso antes de conocerlo. Y no lo llames “alguien”. Parece que no hablamos todo el tiempo de la misma persona.
-Ese es tu problema: ¡que siempre ha sido la misma persona! Con otros rostros, incluso con otro color de ojos; pero siempre la misma. Imposible.
-Te equivocas; a él siempre lo he esperado. Y cuando por fin aparece, resulta que apenas me conoce y que no puede imaginarse que tenga el corazón encendido de añoranza.
- Eres demasiado cobarde. Si quisieras, en este mismo momento podrías atravesar las olas y alcanzar aquel barco que solo existe en tu imaginación. Está tan lejos como tú desees.
-Pero soy cobarde. Y mi vestido es azul.
-Y solo te dedicas a soñar… Sigues sin tener remedio.

Suspiré. Tus ojos volvían a ser verdes, y aquel vestido que yo viera blanco era ahora de un azul desvaído, como un sueño a medio camino hacia la realidad. Te miré, es decir, me miré. Sentí la soledad de aquel paraje clavada en mi pecho como un cuchillo. Sola, frente al mar, un mar que tampoco existía. Fue entonces cuando comprendí que las estrellas fugaces perdidas estaban enterradas en lo más profundo del Atlántico, allí donde nadie –ni siquiera aquel barco en el que viajaba mi amor, ignorante de serlo- lograría llegar jamás. 

3 comentarios:

Cyrano de Bergerac dijo...

Excelente post, como todos los de esa prosa poética que vas puliendo en cada nueva entrega. Sólo se puede hablar de amor con la poesía, no se debería hablar de nada mas. Enhorabuena Marina. Cernuda estaría muy orgulloso de ti: "Como el viento a lo largo de la noche, / amor en pena o cuerpo solitario, / toca en vano los vidrios, / sollozando abandona las esquinas; / (...) Como él mismo extranjero, / como el viento huyo lejos. / Y sin embargo vine como luz".

Marina Casado dijo...

¡Muchas gracias! Y ese poema de Cernuda siempre me ha parecido precioso. Los imposibles dan para mucho...

Tamy dijo...

Increible Marina...estoy hasta emocionada, siento no poder ir a tu recital, pero estoy echa polvo con bronquitis y catarro,el sabado me robaron el bolso y bueno...en fin ya hablaremos. Mucha suerte!te quiero mucho

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

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